Desde finales de la primera etapa sevillana de Ceán Bermúdez (1768-1778), tenemos constancia de la dedicación del asturiano a la escritura sobre las bellas artes. Su primera formación fue como artista en el taller de Juan de Espinal (1714-1783) más unos meses en Madrid, entre 1776 y 1777, junto a Anton Raphael Mengs (1728-1779). En este momento ya aprovechó para escribir sobre las pinturas del monasterio de El Escorial en un manuscrito que se conserva en la Real Biblioteca: Verdadero orden de las pinturas del Escorial (1776) [Ver artículo en Documentos para la Historia del Monasterio de San Lorenzo El Real de El Escorial, t. 5 (1962), pp.229-270]. Además, el propio Ceán indicó que las anécdotas y eventos de los profesores sevillanos del pasado que le relataba su maestro Espinal, despertaron su curiosidad por la historia de los artistas.
De 1778 es su manuscrito Reflexiones hechas sobre una pintura original cuyo autor se ignora [Mss/ 21454/8], en el que su objetivo era rebatir las críticas sufridas por parte del pintor y director de la Escuela de las tres nobles artes de Sevilla, Pedro del Pozo, cuando aconsejó la compra de una pintura sobre tabla para la colección de Gaspar Melchor de Jovellanos. Se trataba de una pintura titulada Ecce homo que actualmente se encuentra en la sacristía de la iglesia de Santa Cruz de Madrid y que fue adjudicada por Ceán a un pintor imaginario llamado Francisco Frutet. [Ver artículo en Archivo Español de Arte]
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Otro manuscrito que debe datarse también en los años finales de esta primera estancia sevillana es el titulado Piezas famosas de Pintura, Escultura y Arquitectura que hai en la ciudad de Sevilla [Mss/21454/9]. El joven Ceán trata fundamentalmente sobre pintores andaluces presentes en Sevilla, a los que juzga de una forma original y madura según las obras artísticas conservadas en la ciudad del Guadalquivir.
Ya instalado en Madrid a finales de 1778, sus intereses siguieron estando relacionados con las bellas artes. Él mismo dejó indicado que en 1779 asesoró a Antonio Ponz sobre el tomo del Viaje de España referido a Sevilla (IX), que sería publicado en 1780, y le envió un escrito describiéndole una estampa de Juan de Herrera [Mss/21454/3]. El valenciano transcribió la información en su obra aunque sin citar a Ceán. Muestra de los intereses de este durante esos años es también el inicio de la traducción al español del poema en latín De Arte graphica (1667) de Charles Alphonse du Fresnoy (1611-1665), que quedó manuscrita en 1779 [Mss/21454/7].
Tras ser nombrado oficial del Banco de San Carlos en 1783, Ceán realizó dos largos viajes como secretario de los directores de la institución en los que dejó constancia de su constante interés por las bellas artes. El primero, en 1786, fue un largo periplo por Extremadura, Andalucía y Murcia, durante el que fue recopilando sus impresiones, principalmente sobre caminos, obras de ingeniería y edificios [Mss/21454/5]. El segundo viaje en comisión del Banco de San Carlos le llevaría a Valencia en 1788 y, en esta ocasión, su interés se focalizará en las obras pictóricas que fue visitando. Lo lleva a cabo con el Viaje de Ponz en las manos, sin dudar en enmendar al abate valenciano siempre que se presenta la ocasión [Mss/21454/5]. De la década de los ochenta también son varios poemas, se trata de versos sencillos que se conservan en un legajo titulado Versos míos [Mss/21455/3].
A principios de 1791 Ceán se dirigió a Sevilla comisionado para la formación de inventarios del Archivo General de Indias. Así comenzaba su segunda etapa sevillana, que duraría hasta finales de 1797.
Ya vimos que en los años setenta Ceán había sido el consejero artístico de Jovellanos para la formación de su colección de pinturas y dibujos, y en la década siguiente ejercerá como tal en Madrid para personajes como Pedro Rodríguez de Campomanes. También su amistad con Francisco de Goya (1746-1828) se afianzó definitivamente. Conocedor del mercado y en un momento en el que en Sevilla el precio de las pinturas iba en aumento, especialmente los cuadros de Murillo – y de ahí también la realización de numerosas copias –, Ceán afrontó un nuevo escrito en 1791, el Discurso sobre el discernimiento de los originales y las copias [Mss/21458/5]. Será el primer texto sobre un tema al que volverá en 1805, y en el que criticará la compra de pinturas sin un auténtico conocimiento de las bellas artes que, según sus postulados, debería basarse en un primer acercamiento a los dibujos y las estampas. De ahí que también ese mismo 1791 redacte el Ensayo para el arreglo por Escuelas o Reynos de una colección de estampas escogidas (Mss/21457), donde demuestra su gran conocimiento del grabado y su propia faceta de coleccionista de estampas, que se irá incrementando los años siguientes.
Su trabajo en la realización de los primeros inventarios del Archivo General de Indias durante los años noventa, también le puso en contacto con el archivo de la Catedral de Sevilla y sus responsables, que contemporáneamente estaban llevando a cabo su renovación. Esta intensa labor documental le puso en la pista sobre un nuevo método de trabajo de investigación que decidió aplicar al estudio de la historia de las bellas artes. Fue en el verano de 1794 cuando junto a su amigo, el erudito José Vargas Ponce (1760-1821), terminó de conformar la idea del Diccionario histórico de los más ilustres profesores de Bellas Artes, que finalmente sería publicado en seis tomos bajo el amparo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1800 [4/8151-6]
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Ceán siguió la fórmula de las biografías de artistas que tanto éxito había cosechado en la historiografía artística desde las Vidas de Giorgio Vasari (1550 y 1568) y, en nuestro país, por el Parnaso español de Antonio Palomino (1724). Sin embargo, su planteamiento fue radicalmente distinto. En primer lugar porque estableció un método alfabético heredero de la Enciclopedia que facilitaba su consulta individual pero, sobre todo, porque utilizaba profusamente nuevas fuentes documentales y literarias que convertían sus estudios histórico artísticos en los primeros realizados en España con tal solidez científica. Tras la recopilación de la información sobre cada uno de los profesores, que a veces implicaba a varios corresponsales de diferentes ciudades españolas, Ceán redactaba una ficha con la información de la vida y las obras de los artistas, y las cerraba señalando las fuentes de donde había tomado la información. La Biblioteca Nacional de España (BNE) guarda una variada documentación del proceso creativo del Diccionario, como los manuscritos de los “Árboles históricos de las vidas de pintores españoles” [Mss/21458/2] y las copias de otras obras literarias de las que Ceán extrajo información, por ejemplo los textos de Francisco de Holanda de la Real Academia de San Fernando [Mss/21455/5; Mss/21455/7; Mss/22727/6]. Especial importancia poseen las fichas manuscritas que sirvieron a la publicación del Diccionario conservadas en cinco cajas [Mss/22487-91]. Aunque no se conservan en su totalidad, es una documentación de extraordinario interés pues en múltiples ocasiones ofrecen una información que fue recortada en la edición impresa. Además, muy interesantes son un buen número de fichas y biografías de artistas que finalmente no fueron incluidos en el Diccionario histórico por estar todavía vivos los artistas, motivo por el que su inclusión fue rechazada por la Real Academia de San Fernando [Mss/21455/8].
Ceán también modificó un primer planteamiento en el que pensaba incluir en su obra algunos grabados con retratos de artistas, e incluso el suyo en la portada. Con ese objetivo involucró a su amigo Goya en la realización de varios dibujos de profesores de la pintura. En la actualidad, la BNE conserva los retratos de Jerónimo Fernández o Hernández [DIB/18/1/7839], Pablo de Céspedes [DIB/18/1/7840], Luis Fernández [DIB/15/29/26] y Luis de Vargas [DIB/15/29/27] dibujados por Goya, y otra serie de dibujos de otros artistas también vinculados con el proyecto del Diccionario histórico [DIB/15/29/23; DIB/15/29/25; DIB/15/29/18; DIB/15/29/19]
Tras varios años de trabajo y su traslado a Madrid a finales de 1797, al año siguiente fue nombrado académico honorífico de San Fernando, la institución que fue publicando los 6 volúmenes del Diccionario histórico entre 1800 y 1801. Se trata de una obra transcendental en la historiografía española, todavía útil donde encontrar datos imprescindibles para el estudio no solo de pintores y escultores, sino también de miniaturistas, grabadores, plateros, rejeros e imagineros en vidrio y bordado, así como de las colecciones artísticas que atesoraban iglesias, catedrales, monasterios o palacios reales, más algunos coleccionistas particulares [Mss/21455/8].
Ceán Bermúdez dejó fuera de su obra a los arquitectos puesto que ya tenía entre sus manos el manuscrito de las Noticias de los arquitectos y arquitectura en España desde su restauración, que había realizado Eugenio Llaguno (1724-1799), y en el que, como veremos, trabajaría durante décadas hasta su publicación en 1829. Sin embargo, siguió recopilando datos de los artistas durante toda su vida con la intención de publicar apéndices a su Diccionario histórico. Parte de las fichas recopiladas para enmendar su gran obra se conservan en el Archivo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y muchas de ellas fueron incluidas por el conde de la Viñaza a partir de 1889 en las Adiciones al Diccionario histórico [E/1268-71].
Tras la detención de Jovellanos en febrero de 1801 y su posterior confinamiento en Palma de Mallorca, Ceán Bermúdez sufrió también el destierro en forma de traslado a su anterior destino en el Archivo General de Indias, que se produjo durante el mes de junio de ese mismo año. Se abría así la tercera etapa sevillana de Ceán Bermúdez, que duraría hasta mayo de 1808.
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A pesar de la amargura de la persecución política, fueron años de prolífico trabajo para Ceán, convertido ya, por mor del Diccionario histórico, en el mayor estudioso de las bellas artes de nuestro país. Su trabajo principal estaba enfocado en el manuscrito de las Noticias de los arquitectos y arquitectura de España desde su restauración de Eugenio Llaguno, para la que seguía recopilando noticias. Quizá una de las más interesantes y completas fue el escrito que desde Salamanca le remitió Domingo González Valle en septiembre de 1807, informándole de la historia de la construcción de la catedral salmantina [Mss/22727/2]. Este interés por la arquitectura se reflejó en obras como la Descripción artística de la catedral de Sevilla (1804), con su Apéndice a la Descripción artística de la Catedral de Sevilla (1805) [2/51186]; y la Descripción artística del Hospital de la Sangre de Sevilla (1804), [4/9813(2)]. Sobre todo, la primera fue un hito en la nueva forma de mirar hacia los grandes edificios religiosos, que ahora obtenían una singular valoración a través de lo “artístico” tal y como indicaban sus respectivos títulos. De esta Descripción de la catedral sevillana, además, se conserva en la BNE una versión manuscrita [Mss/2488].
En 1806 publicó la Carta de D. Juan Agustin Cean Bermúdez a un amigo suyo: sobre el estilo y gusto en la pintura de la Escuela Sevillana: y sobre el grado de perfección a que la elevó Bartolomé Estevan Murillo [U/3923]. Se trataba de un importante texto dedicado subrepticiamente a Jovellanos, donde además de analizar someramente a los pintores sevillanos del Siglo de Oro, redactó la primera gran biografía sobre Bartolomé Esteban Murillo, ofreciendo datos todavía fundamentales para conocer su vida y sus obras. En la BNE se conserva, además, el manuscrito preparatorio de la publicación, que el erudito asturiano terminó el año anterior [MSS/21451].
Ese mismo año de 1805, Ceán retomó el tema de la Distinción de los originales y las copias a través de un manuscrito que firmó el 22 de agosto [MSS/21454/1]. Una temática sobre la que, como dijimos, ya había escrito en 1791 [Mss/21458/5]. En esta ocasión pensaba dedicarle la publicación de nuevo a Jovellanos, pero finalmente lo hizo de forma anónima con la intención de criticar con mordacidad la afición desmedida por la compra de pinturas de muchos de sus contemporáneos. Estos eran presentados como fatuos que tan solo tenían la intención de rodearse de atributos distinguidos por ostentación, sin un aprecio sincero por las bellas artes. La versión impresa se publicó a comienzos del año 1806 en un suplemento de la revista Minerva ó El Revisor General. Además de la intención crítica, supuso todo un despliegue de erudición por parte de Ceán, en el que aconsejaba al lector una bibliografía histórico artística para convertirse en un “aficionado inteligente”, quien debía comenzar su aprendizaje por el aprecio de los dibujos y las estampas, antes de dedicarse a la compra de pinturas.
El 22 de abril de 1805 firmaba Ceán una Ilustración manuscrita, es decir, el escrito que incorporó al ejemplar de la Descripción de la custodia de la catedral de Sevilla que Juan de Arfe había publicado en 1587 y que llegó a la BNE en 2017 [R/41739(1-2)]. Se trata de un ejemplar de extraordinaria rareza que ya en tiempos de Ceán era inencontrable. De hecho, en la actualidad, solo se conoce otro perteneciente a la Universidad de La Laguna. Para hacer más singular el ejemplar de la BNE, hay que mencionar el trabajo de Ceán en él, ya que además del relato de cómo llegó hasta sus manos, finalmente regalado por su amigo, el erudito Justino Matute y Gaviria (1764-1830), el asturiano lo completó realizando un dibujo del retrato de Juan de Arfe y añadiéndole varias estampas de la custodia sevillana que poseía en su colección, tanto las procedentes de la Varia Commesvracion en su edición de 1675 como las realizadas por Juan de Valdés Leal tras la modificaciones que Juan de Segura llevó a cabo en la custodia en 1668.
En este periodo también realizó otros escritos singulares. Su trabajo en el Archivo General de Indias le animó a escribir Primeras expediciones que los españoles hicieron al Maluco (1804) cuyo original manuscrito se encuentra en la Real Academia de la Historia y de la que existe una copia de trabajo en la BNE [Mss/5622]. Además, su relación con la academia sevillana, motivó que se le demandaran unos Estatutos para el gobierno de la real Escuela del Diseño de Sevilla, y para el estudio de las tres bellas Artes en ella, que redactó a petición del director de la misma en 1807 [Mss/21454/10].
Tras la caída de Godoy y la liberación de Jovellanos, Ceán también fue dispensado de su servicio en Sevilla con el objetivo de que regresara a la Corte y se reincorporara a su antiguo puesto en la Secretaría de Gracia y Justicia en mayo de 1808. Tras los acontecimientos que precipitaron la denominada Guerra de la Independencia, Ceán decidió permanecer en Madrid, vinculándose al nuevo Ministerio de Negocios Eclesiásticos del gabinete de José I Bonaparte, en el que permanecería hasta 1813.
+Aunque sabemos que durante este período no dejó de recopilar datos artísticos, solo en 1812 pudo presentar un nuevo escrito, y lo hizo en forma de discurso para la Real Academia de la Historia. En enero de ese año, al ser elegido académico supernumerario, leería el Exordio y Discurso preliminar a las Noticias de los Arquitectos y Arquitectura en España de Eugenio Llaguno [Mss/21456/7] y, en junio, al ser nombrado académico de número, la Vida de Juan de Herrera [Mss/21454/2] que, finalmente, solo sería publicado en 1870, dentro de los Ocios de don Juan Agustín Ceán Bermúdez sobre las Bellas Artes [ER/5662]
Hasta que se aclaró su participación en el gobierno josefino, Ceán sufrió arresto domiciliario durante los últimos meses de 1813 y los primeros de 1814, momento que aprovechó para publicar las Memorias para la vida del Exmo Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos (1814) [1/3550]: una extensa biografía y comentario de las obras de quien había sido su gran amigo y mentor, y que por causa de la reclamación judicial del sobrino del prócer asturiano, Baltasar de Cienfuegos, no llegaría finalmente a los lectores hasta 1820. La BNE conserva una variada documentación sobre dicho pleito [Mss/21988/4]
A partir de su jubilación oficial de la administración del Estado en enero de 1815, la dedicación de Ceán Bermúdez a los estudios histórico artísticos crecerá exponencialmente. Su primer objetivo seguía siendo la conclusión de las Noticias de los arquitectos, por lo que de ese año se conservan varios manuscritos con noticias y recopilaciones sobre dicha obra, vocabularios de arquitectura [Mss/21456/3], el Breve resumen de las Noticias de los Arquitectos y Arquitectura en España [Mss/21453] y el Prólogo para cuando se imprima esta obra [Mss/21458/6]. Este último es especialmente interesante por cuanto Ceán redacta un largo escrito introductorio plagado de confidencias personales que finalmente no serían incluidas en la versión final de 1829, pero que nos informan sobre sus problemas de esos años, sobre todo acerca de la justificación de su etapa en el gobierno josefino.
Muestra de su perdurable influencia en el mundo de las bellas artes en Sevilla es la pintura de Las Santas Justa y Rufina que Francisco de Goya pinta en 1817 para la catedral de dicha ciudad por mediación de Ceán Bermúdez. Para apoyar a su amigo, Ceán publica además el Análisis del cuadro que pintó D. Francisco Goya para la catedral de Sevilla, que primeramente apareció publicado en la Crónica Científica y Literaria [R/21662-R/21665(1), nº 73, 9/12/1817] y donde se analiza en profundidad el lienzo del maestro aragonés, convirtiéndose en el primer estudio crítico publicado sobre una obra de Goya.
También en Sevilla publicará en 1819 el Diálogo sobre el arte de la pintura [BA/14957], en el que enfrentará los pareceres de Anton Raphael Mengs y Bartolomé Esteban Murillo para teorizar sobre la pintura del bello ideal y el presunto naturalismo de la escuela española. De este texto la BNE conserva dos versiones manuscritas autógrafas terminadas el 31 de octubre de 1818 [Mss/21455/4; Mss/21450].
Durante los años siguientes, Ceán trabajará en varias obras de extensión breve que, en muchos casos, leerá en las juntas de la Real Academia de la Historia, institución en la que se volcó durante sus últimos años de vida. De 1816 es el Origen del churriguerismo, discurso leído en la Real Academia de la Historia el 15 de noviembre y que solo fue publicado modernamente (1921), sobre la degeneración del clasicismo en la arquitectura española. En la BNE se conserva el certificado académico de su lectura por parte de Diego Clemencín [Mss/21458/13]. Los más significativos los realizará en forma de diálogo y los irá publicando entre 1820 y 1822 en la revista El Censor que dirigía su gran amigo Sebastián de Miñano [R/16959-R/16975]. De muchos de ellos conocemos las versiones manuscritas autógrafas [Mss/21450], en otras ocasiones gracias a la transcripción de su hijo Joaquín Ceán, que indica que se redactaron entre 1816 y 1822 [Mss/21458/1]. Más tarde, algunos fueron recogidos en un volumen y publicados en 1822 como Ocios de D. Juan Agustín Ceán Bermúdez sobre Bellas Artes [BA/2706]. Escritos en su mayoría en un tono jocoso y divertidamente crítico, aborda en varias ocasiones temas novedosos en su producción como es la escultura antigua y moderna, haciendo mención en muchas ocasiones a sus propios escritos y opiniones. El más interesante, sin duda, es el titulado Diálogo entre el cardenal de Borja y Juan Carreño de Miranda, en el que establece un extraordinario diálogo entre los dos personajes cuyos cuadros presidían su gabinete y había heredado de Jovellanos. Del mismo tono jocoso y crítico, quizá más acerado, es la Manifestación en la Academia de San Fernando de las obras pertenecientes a las Bellas artes ejecutadas en este año de 1821, un relato inacabado sobre la exposición académica de ese año en el que Ceán redacta una crítica tanto sobre las obras expuestas como de los espectadores que acuden al acontecimiento [Mss/21458/1].
De entre 1819 y 1822 son también otro grupo de escritos de pequeño tamaño, la mayoría solo publicados póstumamente. Así ocurrió con las noticias sobre el llamado Pasmo de Sicilia de Rafael, un escrito que envió al Marqués de Santa Cruz, entonces director del Museo del Prado, en enero de 1819, y que fue publicado por Manuel Remón Zarco del Valle en El Arte en España, tomo VI (Madrid, 1867, pp. 202-208) [E/102/5 V. 6]. Asimismo, la Respuesta de don Juan Agustin Cean-Bermudez á M. H. Le Bas, arquitecto de París, sobre ciertas preguntas que le hizo, acerca de lo que Jacobo Barozio Vignola y otros artistas extranjeros habían trazado y construido en la suntuosa fábrica del real Monasterio de S. Lorenzo del Escorial (1819), en la que reivindicaba la españolidad de la arquitectura escurialense, apareció en los Ocios de don Juan Agustin Ceán-Bermúdez (1870) [ER/5662].
En 1819 también comenzó la redacción del Catálogo raciocinado de las Estampas [Mss/21458/1] y El grabado de estampas.
Su invención en Alemania y su propagación en Europa en el siglo XV (BNE: Mss/21458/4), dos obras que no solo nos hablan de su propia colección de grabados, sino que suponen una auténtica historia del grabado. Finalmente, en 1822 publicó en la revista El Tiempo, los Tres diálogos entre Juan de Herrera, arquitecto de Felipe II, y Battista Antonelli, que junto a la Vida de Juan de Herrera de 1812, serían reeditadas en los citados Ocios de 1870 [ER/5662], creando un muy interesante corpus de textos dedicados a la arquitectura española.
La situación política a partir del verano de 1822 motivará el cierre de la revista El Censor. Un Ceán angustiado por la deriva del país comenzará entonces una obra monumental en la que trabajará hasta 1828: la Historia del Arte de la Pintura que llevará a cabo en 11 tomos y que se conserva manuscrita en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Es una obra de una magnitud inédita en la España de la época y que muestra el interés de Ceán por insertar los estudios de pintura española dentro del estudio general de las escuelas pictóricas europeas. Ejemplo del interés que despertó esta obra ya entre los eruditos del siglo XIX, es la copia de los dos tomos referidos a la escuela española que se conserva en la BNE [Mss/21456/1; Mss/21456/2]. En ellos Ceán analiza por vez primera las escuelas pictóricas españolas de forma cronológica y añade muchos de los datos novedosos recopilados durante décadas después de la publicación del Diccionario histórico.
Tras el regreso de Fernando VII como rey absoluto en 1823, Ceán será nombrado consiliario de la Real Academia de San Fernando en enero de 1824 y dirigirá la redacción del Catálogo de las pinturas y esculturas que se conservan en la Real Academia de San Fernando [BA/3620]. En 1826 participará en una obra de gran prestigio y que de nuevo es elocuente para evaluar el estatus que ocupaba su figura en la época, la Colección litográfica de los cuadros del Rey de España, dirigida por el pintor José de Madrazo. Se trataba de difundir las pinturas del recientemente creado Museo del Prado a través de estampas litográficas que irían acompañadas de los textos de Ceán Bermúdez. El asturiano solo pudo participar en la redacción de la primera mitad de los textos del primer volumen, es decir, hasta abril de 1828, cuando su salud comenzó a resentirse. Sin embargo, estos textos son testimonio del grado de erudición con el que el nuestro autor se manejaba no solo sobre la escuela española, sino también sobre las europeas presentes en el Real Museo [ER/1210].
Los buenos contactos y el prestigio del que Ceán Bermúdez disfrutó sus últimos años permitieron la publicación de tres importantes obras. En 1827 publicó una traducción del famoso Arte de Ver de Francesco Milizia (1725-1798), una obra sobre la que había manifestado su predilección desde que la conoció en los años 90 del siglo XVIII y que había completado en 1821. Ceán amplió el discurso del tratadista italiano con numerosas notas que tenían la intención de educar al público en la contemplación de la pintura, orientándolo en una hipotética visita al Museo del Prado, y aludiendo a menudo a su propia colección de dibujos y estampas [1/66958].
Pero la publicación más importante fueron las Noticias de los arquitectos y la arquitectura de España, que vieron la luz en 1829, pocos días antes de su fallecimiento. Se trataba de una obra en la que Ceán venía trabajando desde que Eugenio Llaguno le había cedido su manuscrito en 1799. El asturiano no solo editó el escrito de su primer autor, sino que reconfiguró su contenido con nuevos materiales hasta completar la redacción de cuatro volúmenes, que son la base del estudio de la historia de la arquitectura hasta nuestros días [BA/1520-3].
Póstumamente se publicó su última gran aportación a la historiografía, el Sumario de las Antigüedades romanas que hay en España (1832) [1/34175]. Se trata de un estudio realizado a través de las colecciones arqueológicas recopiladas en la Real Academia de la Historia, con el que Juan Agustín Ceán Bermúdez completaba el círculo de sus investigaciones. Así su trabajo ponía las bases de la historiografía artística no solo en cuanto a la pintura, la escultura, el grabado y la arquitectura españolas, sino que su campo de acción se ampliaba hasta la arqueología de la antigua Hispania, culminando una de las trayectorias científicas y humanísticas más útiles y fructíferas de nuestra Nación.